Alpujarra almeriense →  Desde la Sierra de Gádor al río Nacimiento

Sistema de riego introducido por los árabes
Alhama de Almería, Cerro de la Cruz
Alhama de Almería, La Puente
Sistema de riego introducido por los árabes Alhama de Almería, Cerro de la Cruz Alhama de Almería, La Puente

Un paseo por la zona más oriental de La Alpujarra, desde las estribaciones de la Sierra de Gádor hasta las orillas del río Nacimiento.
El recorrido parte de Alhama de Almería, población erigida como un mirador dominando el valle del río Andarax desde el agreste paisaje de la Sierra de Gádor, sólo interrumpido por el verdor de los parrales.
Como su propio nombre indica, la presencia andalusí dejó una profunda huella en la zona; "al-hammam" en árabe significa baños termales, los que aún se pueden contemplar en el Balneario de San Nicolás. En el Cerro de la Cruz se distinguen los restos de la fortaleza nazarí de Los Castillejos, conservándose también los restos del morabito musulmán de la Cruz de Arriba. De clara impronta musulmana es el urbanismo de la población, con sus estrechas calles y las casas de forma cúbica.

Alhabia, Ayuntamiento
Alhabia, Ayuntamiento
Alhabia, reloj de sol con más de 300 años
Alhabia, Ayuntamiento Alhabia, Ayuntamiento Alhabia, reloj de sol con más de 300 años

Pero los orígenes de Alhama de Almería son anteriores a la llegada del Islam, como demuestra el puente romano al que llaman La Puente, que milagrosamente ha sobrevivido al devenir de los siglos.
Destruida por el terremoto de 1522, tras la expulsión de los moriscos en 1570 la ciudad entraría en un declive del que no saldría hasta finales del siglo XIX, de la mano de la minería de la Sierra de Gádor y el cultivo de la uva de Ohanes. Surgió entonces una próspera burguesía, en la misma época en la que Nicolás Salmerón, natural de Alhama, llegaría a ser presidente de la Primera República española, en 1873.
La huella de la historia puede respirarse en cada rincón de esta hermosa población. Algo más al norte de Alhama se sitúan los pequeños pueblos de Alicún y Huécija, al pie de la Sierra de Gádor.
Los cultivos escalonados, otra herencia del periodo andalusí, rodean a Alicún. Población agrícola de claro sabor morisco, aparece nombrada por el geógrafo del siglo XII al-Idrisi, cuando aún era un barrio de la vecina Huécija.
De aspecto señorial, Huécija vivió un periodo floreciente en los siglos XVII y XVIII, al amparo de la feria ganadera que celebraba anualmente. Además de sus monumentos, conserva un peculiar sistema de irrigación a través de las calles.
Junto al río Andarax se encuentran Íllar, Bentarique y Terque, nuestras siguientes visitas. Íllar, importante centro agrícola en la época andalusí, conserva intacto todo el encanto de los pequeños pueblos alpujarreños, al igual que Bentarique, donde aún se utilizan las acequias y canales abiertos por los musulmanes.
En este mismo paisaje se inserta Terque. Un lugar para el reposo, para admirar los árboles centenarios de la Plaza sin otra preocupación que la de disfrutar del momento, de la placidez que transmiten estos pueblos donde el tiempo parece durar más que en ningún otro sitio.